Coco es una película tan conmovedora y extraordinariamente hecha que por un momento piensas que tendría la magia suficiente para que llevara a recapacitar a los corruptos y criminales que han estado hundiendo el país sobre todo lo que es y puede ser México… Luego te acuerdas que son unos ojetes y se te pasa, pero no del todo… Así de buena es la película.
Coco es insólita en varios sentidos, uno de ellos es que nos recuerda que vivimos en un país rodeado de arte. No sólo el de Rivera y Frida Kahlo, sino el arte popular de los alebrijes, los altares de muertos, el papel picado, la ropa misma, sin olvidar las joyas arquitectónicas de las Pirámides a la Catedral, el Palacio de Bellas Artes o los Pueblos Mágicos. Coco nos lleva a redescubrir México. Un México abatido sin duda, pero glorioso e incluso majestuoso.
Y es que el pueblo mexicano aspira siempre a la belleza, al color, a lo monumental, y en ocasiones llegamos a lo barroco y a lo churrigueresco. ¿Y por qué no? Preferible la explosión de efusividad y color mexicanas que el mutismo y severidad que caracteriza a otras culturas. Los trajes de las quinceañeras, los fulgurantes colores de las bandas musicales, la máscara plateada del Santo. Con Coco, México está teniendo su momento Andy Warhol vía la sensibilidad de Disney y Pixar. Justo en el momento en que más necesitamos esa dosis de optimismo y orgullo.
Pero la película nos invita a ver más allá del folklore, porque detrás de todo ese arte extraordinario está gente cuya vida está dedicada a ello, como la familia del niño protagonista, Miguel, que ha hecho zapatos por generaciones. Entonces no nos quedemos con el arte y despreciemos al artista y al artesano. Mira de otra forma al organillero que toca en la calle, a la señora que te vende sus artesanías en la esquina, a la indígena que pide dinero con un traje típico. Esa es la gente del pueblo de Coco y de su familia, y es la gente que a lo largo de los siglos ha creado esa iconografía que la película celebra. A ellos les debemos nuestros escenarios de vida.
Otro gran homenaje que hace Coco es a la Época del Cine de Oro del Cine Nacional, con sus grandes emociones y sus grandes pasiones, sus personajes icónicos: el charro cantor, la mujer abandonada (que sale adelante), la abuelita ruda, la bisabuelita dulce, los patiños cómicos, los tíos solterones, todos conectados por una serie de grandes amores y grandes traiciones que atraviesan generaciones. Es notable que este tipo de cine venga a ser homenajeado justo en una película extranjera y no en una mexicana, al final, los personajes de Ernesto de la Cruz y de Héctor son dos caras de la moneda de Pedro Infante, el primero retrata su imagen de galán gallardo y valiente, y el segundo su esencia noble y heroica. Y también allí está el elemento de las canciones como una llave hacia el alma del mexicano, con esa guitarra mítica que es el instrumento mágico que da el acceso al mundo de los Muertos.
Y al final, por supuesto el Día de Muertos y la Familia, esa celebración única en que se le rinde homenaje a esos que ya se fueron y nos acompañaron y guiaron en el camino. No es una celebración carente de cierta autocrítica, la película reconoce la tensión entre la tradición y la libertad. La familia es amorosa pero quiere que el hijo continúe con el negocio de los zapatos y que deje a un lado sus aspiraciones musicales, profesión del padre abandonador. Se tiene que dar una Odisea para resolver ese conflicto entre el niño y su familia, y esta es una Odisea en el sentido más literal de la palabra, ya que como Telémaco en la épica de Homero, aquí Miguel también está en búsqueda de su padre (y de su bendición) en el mundo deslumbrante de los Muertos y de los Alebrijes, acompañado de un xoloitzcuintle memorable, y con una animación, que sin exagerar, probablemente sea de las mejores de la historia de Pixar y de Disney.
Asimismo, la película hace un alegato a favor de la comunidad en vez de la ambición individual. Aquí nuevamente la realidad irrumpe y te hace pensar: ¿Le está tratando de hablar Coco a ese niño que en su pueblo tiene la tentación de dedicarse por ambición y dinero al narcotráfico? ¿Le podrá hablar? ¿Lo podría convencer? Nuevamente es sobrecargar la película de significados pero pasa por la cabeza….
Y siguiendo con esa fantasiosa inquietud de que una película puede cambiar al mundo, Coco aún no se estrena en Estados Unidos, y no podemos menos que esperar que sea un éxito y que para esas personas que ven injustamente a nuestros compatriotas como poco menos que criminales, la película logre humanizar a esos mexicanos que se la rifan, que se la rifaron cruzando el río, el desierto, trabajando jornadas imposibles, en lugares helados y cuartos oscuros, lejos de su familia y a merced de explotadores y criminales, por un sueño de logran un mejor futuro. Serán las Catrinas contra el Hombre Calabaza. El cine y la televisión juegan un papel fundamental en cambiar las percepciones de la gente, no lo son todo, ni lo pueden lograr todo, pero una película que presenta a México con la fuerza, la energía y la belleza de Coco puede ser mil veces más potente que la imagen de un Muro de Miedo. Puede ser… Así que gracias a Disney, a Pixar y a los creadores de esta extraordinaria película por darle una voz y una cara a México y a los mexicanos.
Ahora si tan sólo pudiera la película tener ese mismo efecto en nuestros gobernantes… Pero con que lo tenga en ti y en mí ya se hizo una diferencia…