Una excelente película es Mamma Mia! Vamos Otra Vez, la secuela de la película más taquillera de la actriz más admirada y premiada del planeta, Meryl Streep. Y es que Meryl Streep es una institución mundial, con un récord de 21 nominaciones al Oscar. A sus 69 años, la actriz continúa imparable, haciendo nuevas películas cada año, atacando ferozmente a Donald Trump y próximamente protagonizando con Nicole Kidman y Reese Witherspoon la segunda temporada de Big Little Lies en HBO.

Meryl Streep es algo así como la Estatua de la Libertad de la Actuación. Y, sin embargo, la actriz no siempre la ha tenido fácil. Porque no es fácil ser una leyenda viviente ni una institución. Meryl tuvo éxito y aclamación prácticamente desde el comienzo de su carrera, con dos Oscares sucesivos por Kramer contra Kramer (1979) y por La Decisión de Sophie (1982), pero el elusivo “cariño” del público se tardó muchos años más en conseguirlo. Es decir, por dos décadas Meryl fue la actriz más admirada, pero no la más popular, porque sus películas no eran lo suficientemente taquilleras.

Meryl tuvo un primer coqueteo con la popularidad masiva con Los Puentes de Madison County en 1996, pero la consagración como estrella popular (y finalmente taquillera) llegó finalmente con El Diablo Viste a la Moda/The Devil Wears Prada en 2007.

Allí la magia ocurrió en la fusión perfecta de un actor y un personaje. Requiere intuición del productor, del director y del actor o actriz de saber que cierto papel es perfecto para una actriz y que nadie podría estar mejor en ese papel. Requiere un público que quiera ver esa historia y a ese actor en ese papel. Es intuición, magia y sí, también suerte. Y allí entra con toda su fuerza Meryl Streep como la deidad terrenal, la fabulosa editora Miranda Priestley en El Diablo Viste a la Moda. La película se basó en la novela (semi autobiográfica) de Lauren Weisberger, sobre sus aventuras y desventuras trabajando con la mítica editora de Vogue, Anna Wintour, en quien está basado el personaje de Miranda.

Esta era una interpretación diferente a las mujeres anteriores de Streep: una mujer brillante, pero en el mundo banal de la moda, talentosa, pero cabrona, una career woman que se desenvolvía como un depredador en el mundo de matar o morir. Este personaje tocó una fibra de la imaginación del gran público. Algo había cambiado. Los tiempos. Si bien siempre han existido mujeres poderosas, jamás tantas y tan por todas partes como en ese momento. ¿Quién no había tenido una jefa (o un jefe) como Miranda? Ese jefe totémico que con un gesto lanza un rayo destructor o un piropo que te sube al Olimpo (hasta que te toca el rayo otra vez).

Y Streep desplegó toda la fuerza de su potencia actoral en el personaje, y probablemente toda una vida de experiencia y una empatía con esta temible mujer, porque si alguien sabe de las batallas feroces de una mujer en un mundo controlado por los hombres es Meryl Streep. Y también si alguien sabe algo de ambición y espíritu de competencia es Meryl Streep, porque no dudo en ningún momento que Streep se haya propuesto ser la mejor actriz del mundo, y después de ser reconocida como tal, que se haya propuesto también nunca dejar de serlo, por amor al arte y por amor a ser MERYL STREEP. Y todo esto lo pone en juego a su favor como Miranda Priestley en The Devil Wears Prada.

No es uno de sus papeles más dramáticos, pero si es una gran actuación y un triunfo absoluto

La Streep en Miranda se convirtió en un clásico instantáneo, como Bette Davis de Margo Channing en All About Eve, Audrey Hepburn como Holly Golightly en Desayuno en Tiffanys o Diane Keaton en Annie Hall . Uno de esos papeles que se asocian para siempre con un actor.

Fue el gran momento de Meryl, y Streep tuvo la brillantez de seguirlo con un papel en otro blockbuster en 2008, la adaptación del exitoso musical de Broadway de ABBA, Mamma Mia. Finalmente, el mundo estaba listo para la brillantez de Meryl Streep, y Hollywood y ella parecían haber entendido algo, la gente la quería ver en películas “de calidad” pero “light”. Esto de calidad light no es peyorativo, la gente busca historias que le lleguen, con cierta profundidad, pero tampoco quiere salir del cine devastada. Y es que hasta antes de El Diablo Viste a la Moda y de Mamma Mia, a Meryl se le asociaba con papeles y películas de devastación absoluta, casi para anunciar antidepresivos.

Sus inicios dan prueba de esto. Sus primeros papeles de importancia fueron en la famosa miniserie de TV Holocausto y en la película de Vietnam, El Francotirador en 1978 y su primera nominación. Temas fuertes. Sus primeros Oscares le llegaron como la madre en el dramón de batalla del divorcio de Kramer contra Kramer y el de Mejor Actriz, como una sobreviviente polaca del Holocausto (de nuevo) en La Decisión de Sophie. Meryl impresionó a todo el mundo con su acento en esta película y la gente la comparaba con Greta Garbo. Ya se hablaba de ella como la Mejor Actriz de ese tiempo, aunque se le empezaba a asociar con trágica en la década de los 80s cuando la irreverencia se empezaba a colar en la cultura masiva.

Meryl se estableció con fuerza, haciendo frente también a situaciones adversas en su vida personal: Meryl era la pareja romántica de John Cazale, el actor que interpretó a Fredo en El Padrino. Cazale enfermó de cáncer, Meryl lo cuidó hasta su muerte. Posteriormente, y en algo impensable en estas épocas de MeToo, cuando Meryl actuó en Kramer contra Kramer, al conocer a Dustin Hoffman este lo primero que hizo era tocarle un seno. Dustin era una súper estrella y Meryl apenas comenzaba. Además, en su primera escena, Dustin le dio una cachetada, sin avisarle. Pero bueno, Meryl ganó el Oscar de Mejor Actriz de Reparto por esta película y fue hasta recientemente que habló de sus experiencias con el divo Hoffman.

Después de su triunfo con La Decisión de Sophie, Streep continuó con una serie de películas notables y de actuaciones más notables aún. Para Streep la actuación parece ser como Los Juegos Olímpicos, un reto continúo, una proeza, una labor casi sobrehumana. ¿Cómo explicarse si no la década de caracterizaciones, acentos y personajes que siguió? De Oklahoma en Silkwood (1983, cuarta nominación), inglesa en Plenty, danesa en África Mía (quinta nominación, 1985), australiana en Un Grito en la Oscuridad (séptima nominación, 1988). Parecí a que no había nada que Streep no pudiera hacer y de hecho no lo hay. Pero…. Este exceso de esfuerzo, el tema continúo de los acentos comenzó a ser tema también de burla y de escepticismo. ¿Por qué Meryl siempre quería estar llamando la atención? ¿Por qué tanto show?

La narrativa de la Mejor Actriz del Mundo convivía con la narrativa de “Meryl is too much, ya que le baje”. Peor aún, con excepción de África Mía, las películas de Meryl no eran grandes éxitos de taquilla. Meryl era admirada, pero no era popular entre la audiencia, algo así como la ópera, la música clásica o la gran literatura. Y es que sus películas tendían a la solemnidad total. La historia verdadera de la muerte sospechosa de Karen Silkwood, obrera que denunció fallas en una planta nuclear en Silkwood; la adaptación de la obra de David Hare, Plenty, sobre una espía cuya vida se colapsa después de la Segunda Guerra Mundial; la saga de una cantante alcohólica en el Albany de la Gran Depresión en Ironweed (1988, sexta nominación); la historia verdadera de una mujer australiana cuyo hijo es devorado por un dingo y luego es culpada de ser la asesina en Un Grito en la Oscuridad.  Todas excelentes películas que vale la pena ver, pero no precisamente para la audiencia de La Rosa de Guadalupe.

Entonces, comenzando los noventas, Meryl decide revirar y tratar de hacer un cine más popular, más comercial. Este giro coincide con el colapso del cine para mujeres al final de los ochentas. Los dramas femeninos empezaron a escasear y las contemporáneas cuarentonas de Meryl como Glenn Close, Jessica Lange, Diane Keaton, Goldie Hawn, Sigourney Weaver se las empezaron a ver duras para conseguir papeles.

Meryl entonces le pega a la comedia, insólitamente con Roseanne Barr en She Devil en 1989 y en un vehículo más prestigioso, basado en la novela autobiográfica de la Princesa Lea, Carrie Fisher, Postcards from the Edge (en México, Recuerdos de Hollywood, 1991), donde coestelariza con Shirley MacLaine y Gene Hackman y obtiene su octava nominación como una actriz alcohólica constantemente opacada por su madre actriz y más famosa (basado en Debbie Reynolds); después una comedia negra, la ocurrente La Muerte le Sienta Bien (1992), con Goldie Hawn y Bruce Willis. E incluso, una película de acción El Salvaje Río en 1994 (aquí no hay nominación).

Después un desastre, La Casa de los Espíritus, con Jeremy Irons, Glenn Close y Winona Ryder, en un intento de volver al drama (basado en un bestseller popular, eso sí), pero el elenco anglo fue ridiculizado tratando de ser latinos. Ya Meryl estaba dando bandazos. El futuro se veía incierto. Pero entonces viene su primer gran comeback con Los Puentes de Madison County.

Basada en la exitosísima novela de Robert James Waller, es el director y protagonista Clint Eastwood el que insiste en que Meryl Streep hiciera el papel (el estudio quería a alguien más joven y más sexy).  En 1995, la película se convierte en un enorme éxito, re energiza la carrera de Streep y le da su décima nominación. Queda comprobado que Streep puede ser popular pero obvio depende de que la película tenga atractivo para las masas, como es el caso del amor imposible en Los Puentes de Madison. Meryl continúa el éxito n con una serie de películas serias y de buen gusto, no más acentos ni disfraces, pero tampoco películas de acción o comedias bizarras. La Streep posterior a Los Puentes de Madison buscaba la mesura y de hecho la normalidad, Meryl también podía ser un ama de casa americana normal, podía ser esposa de Liam Neeson en Before and After (1996), mamá de Renee Zellweger en One True Thing (1998, onceava nominación), maestra de música en Brooklyn en Music from the Heart (1999, doceava nominación). No más trágicas con acentos extranjeros.

Después de 1999 Streep desaparece unos años probablemente para pasar más tiempo con sus hijos y quizá un poco agobiada por la industria. Streep se mantenía contra viento y marea, pero estaba mermada. Había una sensación de agotamiento. Streep es una estrella capaz de actuaciones de un virtuosismo extraordinario, pero la gente se cansa del virtuosismo extraordinario. Y si bien sus intentos de normalidad habían resultado en películas más exitosas, también se habían vuelto menos interesantes. Entonces Streep se recarga y regresa al teatro hizo La Gaviota de Chejov en Central Park en 2001, imagínense haberla visto. Y parece que el volver al teatro le dio nuevos bríos….

Después de sus años de retiro de las pantallas, Meryl Streep regresa con dos tours de force. Primero en Las Horas (2002), al lado de Julianne Moore y Nicole Kidman, en donde interpreta a una escritora lesbiana lidiando con la muerte de su exesposo y mejor amigo de SIDA. Una formidable actuación sin recurrir a acentos ni a una caracterización extrema. Un papel de reparto en la popular (y hípster) película Adaptation le da su treceava nominación en 2003.

Pero no es que Meryl se hubiera olvidado de los acentos y las caracterizaciones, que son su esencia. Estas actuaciones no fueron nada comparadas con su actuación en la histórica miniserie de HBO Angels in America, épica adaptación de la obra teatral de seis horas de Tony Kushner. Una furiosa obra política que denuncia la indiferencia del gobierno ante la plaga de SIDA en los 80s, aquí Streep interpreta a un fantasma, el fantasma de Ethel Rosenberg, personaje real que existió y que fue ejecutada por espionaje en los 50s durante la paranoia anticomunista. Algunos dicen que era inocente. En la obra, el fantasma de Ethel regresa a atormentar a uno de sus victimarios, el corrupto y monstruoso abogado Roy Cohn, homosexual de closet y que agoniza enfermo de SIDA, delirando. Roy Cohn también existió y fue uno de los mentores del mismísimo Donald Trump en cómo manipular la opinión publica. En la miniserie, Al Pacino interpreta a Cohn y hay un verdadero duelo de actuaciones con Streep. De lo mejor de los 2000s en cualquier medio.

El tiempo de exilio había funcionado para Meryl y para los medios. La gente la extrañaba y Streep había regresado con nuevo ímpetu y con dos vehículos perfectos como lo fueron The Hours y Angels in America. Aunque nuevamente estos eran papeles de prestigio y no populacheros. Streep había encontrado dos vehículos perfectos para su talento y el mundo estaba dispuesto a aceptar que sí, Meryl Streep era una de las mejores del mundo.

El Diablo Viste a la Moda y Mamma Mia estaban sólo a unos años de distancia y la consagración final de Meryl como una actriz popular, como MERYL STREEP, gran actriz, trágica y estrella de cine. Siempre había sido una estrella, siempre había sido conocida en todo el mundo, pero faltaba el ingrediente final, que la gente pagara boletos en masa para irla a ver al cine.

Ahora la gente quiere ver el show de Meryl Streep y podemos decir que hay un nuevo género que es, la película de Meryl Streep. O un viejo género que finalmente se hizo popular, porque las películas de Meryl siempre giran totalmente alrededor de su actuación. Y así, Meryl tira la casa por la ventana y vuelve con gusto a los acentos, pero esta vez al servicio de historias edificantes o hits probados en Broadway. La monja sospechosa en Duda (2008, quinceava nominación), la popular chef Julia Child en Julia & Julia (2009, nominación 16), y la nominación 17 y el tan anhelado tercer Oscar con la vida de la primer ministro británica Margaret Thatcher en La Dama  de Hierro (2012), una elección insólita para la izquierdista Streep, pero consistente con su exploración de mujeres en batalla.

Siguen dos adaptaciones de obras de teatro, la gorgónica madre de August Osage County (2013, nominación 18), la bruja de Into the Woods (2014, nominación 19). Luego la extravagante vida de la terrible cantante Florence Foster Jenkins (2017, nominación 20). Y en 2017, la nominación 21, con una majestuosa Katherine Graham en The Post, su primera película con Spielberg, y una actuación sutil y perfecta.

Una carrera monumental y que demuestra que el cine de autor no es sólo cine de director, también es cine de actor o de actriz en este caso. A lo largo de su carrera Meryl Streep ha elegido enfatizar las experiencias más trágicas, pero también más inspiradoras de lo que significa ser humano. También es una historia de trabajo, haciendo casi una película por año y tomando papeles que siempre son retos actorales. Es un gran triunfo actoral, un gran triunfo de empatía, y las actuaciones quedan allí para la historia. La mejor actriz del mundo sin duda.